domingo, 22 de noviembre de 2009

The morning that I get to hell

Fotografía de Garance Doré



¿ Qué debería llevar puesto una chica si tiene una cita con un chico al que sabe que le gustan los bares decorados con madera, donde hay música en directo todas las noches y en los que pasan muchas cosas? Yo propongo como estilismo un básico: la piel hidratada, muchas ganas de bailar y un buen par de botas.

El martes me perdí el acontecimiento del siglo en Madrid. Scott Schumann venía para firmar ejemplares del volumen impreso de The Sartorialist y por supuesto mon blog heroine, Garance Doré, iba a estar con él acompañándole. “No puedes faltar a esta cita con la coolitude terrenal” me dije por la mañana. Pero acudir a tal cita no iba a ser fácil. Para empezar la firma era en Las Rozas. Yo rara vez salgo de la ciudad a no ser para irme a otra ciudad, y Las Rozas no está en ningún sitio. Está en mitad de la nada y ese tipo de lugares no me hacen bien. Yo ya tengo bastante nada dentro como para ir a buscar más a las afueras. Bad choice for such an event. Pero además eso no era lo único que pasaba en Madrid esa tarde. También venían The Duke &The King, Micah P. Hinson y hasta entonces un desconocido para mi Black Joe Lewis& The Honey bears . Por alguna extraña razón el concierto comenzaba a la hora de la merienda, más o menos coincidiendo con la firma del libro. Había que elegir.

Adoro las fotos de Scott, admito que para acompañar el café de la mañana hace tiempo que cambié los debates de la actualidad por los blogs de moda ( son bastante más ingeniosos y completamente transparentes en su frivolidad) y no niego que la pequeña fashionista que llevo dentro fantaseó por unos segundos con ser sartorializada, pero si hay algo que me gusta de verdad es una buena canción. Así que me fui en busca de las canciones.

- Lugar del concierto: Teatro Circo Price
- Hora de llegada: tarde, para variar.

Y aquí es donde empieza mi breve reseña sobre el concierto. Cerveza Heineken everywhere ( por supuesto ) los modernos de la ciudad, algunas chicas guapísimas, lots of work on style, músicos locales espiando a los músicos de fuera…, en general a beautiful arena. Me gustaría decir que el concierto estuvo muy bien, que volví a enamorarme del poderoso charm de Simone Felice, que Bobby Bird me volvió a parecer sexy con su barriguita y su barba peluda cuando canta Suzanne, que Micah se arrebató y me arrebató como otras veces, pero lo cierto es que llegué tarde y encima no estuve muy atenta a lo que pasaba en el escenario. Es difícil concentrarse en cualquier cosa si tienes que andar gestionando las ocho manos y las cuatro bocas de tu acompañante. Y ese era mi caso. Porque allí hacia donde me girase siempre me topaba con sus labios o me encontraba con una de sus manos agarrándome por algún lado. Aun así, como soy mujer y puedo hacer al menos dos cosas a la vez, creo que no me equivoco al decir que el joven Joe Lewis tiene mucho talento. Dirty sweaty black music para dirty tighty dance. Era como si estuviéramos bailando en los bajos del Webster Hall. “Esto es como un vals, ¿no?” va y me dice el tipo. Y me agarra y me aprieta tan fuerte contra si que siento que mi ombligo le va a salir por la espalda. Nos acoplamos como una tuerca y un tornillo y dejamos que los músicos nos lleven. Y vaya si nos llevan. A mi, la música de bailar ya me gana de entrada, pero las canciones que hacen Black Joe y los Honeybears no son del tipo de música que tu bailas, son del tipo de música que te baila a ti. Es físico. Te entra por los oídos, te entra por la nuca, por las caderas y por los pies. No hace falta que mires al escenario. He de decir, pues, que fue un buen concierto.

Cuando las bandas acabaron y se encendieron las luces llegó la cola para pedir autógrafos a los artistas (¿ Por qué alguien querría tener un trozo de papel con el nombre de su artista favorito escrito en boli? Es algo que no acabo de entender. No sé, quizá un beso o una camiseta chula...En el caso de The Duke, sin duda alguna sus botas. Una variacion de las Pirates de Vivienne Westwood) Anyway, cuando por fin se acaba el show del todo, mi acompañante me propone ir a cenar. ¿Y dónde se puede cenar en Madrid a las dos de la mañana? En el Caripen, claro. Los escargot con setas una vez más. No es que esté en contra de probar nuevos platos de la carta, pero hay platos en los que me gusta reincidir. Platos, canciones, películas, capítulos…En fín, que la noche fue avanzando, acabamos el vino y salimos de nuevo a la calle. Un taxi derrapó a la mínima intención de nuestra mano de pararlo. Mirar la ciudad desde el asiento de un coche es algo que me relaja. Madrid es muy bonita de noche aunque no hay que olvidar que a ratos se hace dura. Sin embargo ambos estuvimos de acuerdo en que el resentimiento no nos lleva a ningún sitio, al menos no a ningún sitio en el que queramos estar, así que votamos por seguir de un perfecto humor hasta por la mañana. Y eso fue todo.

¿Que cómo acabé mi cita? Exactamente como propuse al comienzo, bien “vestida” para la ocasión, buenas botas y piel tratada. Ah, y con las ganas de bailar satisfechas. Oops!!


Nota: Tomo prestada la foto de Garance de las preciosísimas botas pirata de Vivienne Westwood hasta que pueda subir la fotografía de mis propias botas.

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